Mi Lucha Interior Los dos Señores.

Mi Lucha Interna

 

Los Dos Señores: La Lucha Interior.

La lucha del hombre contra el pecado es una batalla que ha estado presente desde los inicios de la creación del mundo. Es una lucha que se libra en el interior del ser humano, permitiendo que fuerzas externas conspiradoras intenten dominarlo en contra de su Creador.

Nuestra Herencia de Pecado y el Plan de Dios.

Adán, como el hombre creado a imagen de Dios, tenía dominio sobre toda la creación de Dios. Sin embargo, perdió este dominio debido a un engaño del enemigo. El antiguo Adán entregó todo lo que Dios le había dado a Satanás a cambio de la muerte y el conocimiento del bien y el mal.

El alma que peca, esa alma morirá, como se menciona en Ezequiel 18:20.

El Plan de Dios.

Es importante entender que el plan de Dios no implica que el hombre se pierda o caiga en desgracia. El plan de Dios es que el hombre elija servirlo por su propia voluntad y amor, con la capacidad y conocimiento necesarios para reconocer a su Dios y escogerlo. Esto debe ser una elección basada en el amor que solo proviene de Dios, manteniéndose en su santidad incluso en momentos de tentación.

El libro de Job es un hermoso ejemplo de confianza y amor a Dios, ya que describe a un hombre justo y temeroso de Dios, a pesar de las pruebas que enfrenta.

El Señor de la Maldad y su Obra.

Después de la caída de Adán debido al pecado, perdimos el privilegio de la vida eterna y entregamos todo derecho y autoridad al diablo debido a nuestra desobediencia. Desde entonces, estamos atrapados entre dos voluntades que luchan en nuestro interior: 

1. La naturaleza, que representa lo que no podemos hacer. La maldad, que representa lo que no debemos hacer.

2. Lo espiritual, que representa lo que debemos hacer, lo que es bueno y correcto sin consecuencias negativas.

Estas dos voluntades luchan en nuestra vida, llevándonos entre lo que queremos hacer pero no debemos y lo que debemos hacer pero no queremos, debido a nuestra naturaleza pecaminosa.

Como se menciona en Efesios 4:22, debemos despojarnos del viejo hombre corrupto y alejarnos del pecado, viviendo con una naturaleza cristiana.

¿A Quién Realmente Debo Servir?

La respuesta es clara: debemos servir solo a Dios con todo nuestro corazón, fuerzas y mente en todo momento. Dios debe ser el centro de nuestras vidas y nuestras acciones deben reflejarlo.

Romanos 8:5 nos insta a vivir según el Espíritu en lugar de la carne, lo que significa que nuestras acciones deben estar alineadas con la voluntad de Dios en lugar de satisfacer nuestros deseos egoístas.

¿Cuál Sería Tu Actitud y Cuál Sería la Correcta?

La actitud correcta es dejar de escuchar la voz del diablo y comenzar a escuchar solo la voz de Dios. No podemos tomar momentos para vivir en pecado y luego pretender ser cristianos fervientes como si nada hubiera pasado.

Romanos 6:6 nos enseña que nuestra vieja naturaleza pecaminosa debe ser crucificada para que no seamos esclavos del pecado. Debemos vivir como siervos de Dios, apartados de las cosas del mundo y en comunión constante con Él, como lo hizo Cristo.

2 Corintios 10:3 nos recuerda que aunque vivimos en el mundo, no debemos comportarnos según la carne. Debemos llevar nuestros pensamientos y acciones a la obediencia a Cristo.

En resumen, la lucha interior entre servir a Dios o al pecado es una parte fundamental de la experiencia humana. La elección de servir a Dios y vivir según Su voluntad es la actitud correcta que debemos adoptar para vivir una vida en comunión con Él.



Vivir conforme a la voluntad de Dios implica renunciar a la complacencia de nuestros deseos egoístas y a las tentaciones que nos ofrece el mundo. Como se menciona en 2 Corintios 10:5, debemos derribar argumentos y altiveces que se oponen al conocimiento de Dios, llevando cautivos nuestros pensamientos a la obediencia a Cristo.

Es esencial entender que seguir a Dios no significa que debamos vivir en un aislamiento total del mundo, sino que debemos ser "luces" en medio de la oscuridad, influenciando positivamente nuestro entorno con nuestra fe y nuestras acciones. Debemos amar y servir a Dios en todas las áreas de nuestra vida: en nuestro trabajo, en nuestras relaciones, y en nuestras decisiones cotidianas.

Vivir conforme a la voluntad de Dios implica renunciar a la complacencia de nuestros deseos egoístas y a las tentaciones que nos ofrece el mundo. Como se menciona en 2 Corintios 10:5, debemos derribar argumentos y altiveces que se oponen al conocimiento de Dios, llevando cautivos nuestros pensamientos a la obediencia a Cristo.

Es esencial entender que seguir a Dios no significa que debamos vivir en un aislamiento total del mundo, sino que debemos ser "luces" en medio de la oscuridad, influenciando positivamente nuestro entorno con nuestra fe y nuestras acciones. Debemos amar y servir a Dios en todas las áreas de nuestra vida: en nuestro trabajo, en nuestras relaciones, y en nuestras decisiones cotidianas.

Una parte crucial de servir a Dios es mantener una vida de comunión y oración constante. La vida de Jesucristo nos sirve como ejemplo de cómo vivir en plena comunión con Dios y llevar una vida intachable que le agrade a Él y a nadie más.

En conclusión, la lucha interior entre servir a Dios y al pecado es una batalla constante en la vida de todo creyente. La respuesta correcta es elegir a Dios como nuestro Señor y guía, vivir de acuerdo con Su voluntad y reflejar Su amor y gracia en todo lo que hacemos. La comunión con Dios y la obediencia a Sus mandamientos son fundamentales para llevar una vida que honre a nuestro Creador y nos acerque a Su presencia. Amen.

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